Llevo un tiempo muy adentrada en el cuestionamiento de las relaciones y prácticas monógamas y en las no-monógamas. Puede parecer que las no-monogamias y los retos que plantea no se vinculen en como vivimos el duelo, pero actualmente se me entrecruzan.
Cuando una persona fallece, a veces otra se queda viuda, no sólo cuando hablamos de matrimonios, sino también en cualquier tipo de relación, como en una amistad, o como en una relación de padre e hija. Esta persona ocupaba un espacio en nuestras vidas, un tiempo, una importancia, y al morirse sabemos que nadie más podrá ocuparlo. Y es cierto que el tiempo pasa, y las cosas cambian, poco a poco todo se pone en su lugar, y el dolor se aprende a llevar. Y en este proceso, donde el duelo no desaparece, sino que se vive diferente, puede ser que encontremos a otra persona con la que conectar de manera parecida, que generemos un vínculo que pueda tener conexiones con el vínculo que teníamos con la persona difunta. Y aunque sabemos que esta persona es irreemplazable, insubstituible, vemos el vacío que nos ha dejado de otra manera, y lo llenamos con otras cosas que también nos hacen sentir bien.
Ahora siento que estoy en este proceso, y dentro del agradecimiento de poder seguir avanzando en la vida y con lo que esta me aporta, inevitablemente siento culpa. Siento una presión en el pecho y en el estómago que se retroalimenta debido a la idea de amor romántico y de posesión. Nos hemos socializado con un ideal de amor y de pareja monógamo, donde parece que, si quieres suficiente a una persona no puedes querer a otras, y que si quieres a alguien más es porqué “no querías tanto a esta primera”. Por esta razón creo que el ideal de amor romántico y monógamo dificulta mi duelo, porque empuja a sentir culpa cuando generamos otros vínculos (que nunca serán iguales, porque cada persona ocupa un lugar diferente en nuestra vida, y querer a más personas, nunca quiere decir querer menos a cada una de ellas). El amor se multiplica, no se divide. Cuando una persona tiene una segunda hija, no deja de quererse a la primera. Entonces, ¿por qué hay esta carga de conciencia con las parejas, por ejemplo?
Mi padre falleció hace menos de dos años, y me siento culpable cuando vamos a pasear y él no está, pero hay alguien más. Siento que estoy sustituyendo lo que era mi familia por otra de nueva, que no estamos respetando “su honor”, que estamos llenando su vacío con otra persona. Aunque sé que nunca, nadie ni nada podrá borrar todo lo que hemos vivido. Siempre será él mi padre, pase lo que pase y aparezca quien aparezca.
Es por esto por lo que siento la necesidad de cuestionar el modelo relacional que tenemos, y de fomentar los cuidados (y el duelo) de manera comunitaria y la vida en red. Alejarnos de la culpa, y compartir contradicciones, que bien seguro que compartimos. Si no jerarquizáramos las relaciones, si no entendiéramos los vínculos como incompatibles, seguro que viviríamos las muertes (y la vida) de una manera mucho más amable.